domingo, 3 de julio de 2016

Autoras

Estereotipos de género

UADER
Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales

CÁTEDRA: TALLER DE LENGUAJES AUDIOVISUALES Y MATERIALES EDUCATIVOS

Autoras:

Burioni, Giuliana
Hatas, Jonaha
Sangoy, Estefania


¡Los juguetes no tienen género!
Por una sociedad sin juguetes sexistas.

Los juguetes no tienen sexo: los niños pueden jugar con muñecas y las niñas pueden jugar con camiones.

Roles de géneros sexistas


Contenidos referidos a la temática: La cuestión de género en las películas de Disney





Links:


 Las princesas de Disney

 Disney y la infancia: un cuento de hadas del capitalismo

► La diversidad de la cultura latina llega a Disney

 Infancias-digitales-nuevos-medios-y-cultura-infantil-de-david-buckingham/

 Los dibujos animados de Disney influyen en el Público Infantil

Vídeo "El papel de las mujeres en las películas de Disney"

 El papel de las mujeres en las películas de Disney

El video contiene fragmentos de las películas de las princesas de Disney, cada fragmento muestra como éste representa el papel de la mujer.

Problemática abordada: "Cultura infantil y Multinacionales: la cuestión de género en las películas de Disney"

"La cuestión de género en las películas de Disney"


Introducción


El presente informe de lectura vincula los siguientes textos:
- "Capítulo I: Cultura infantil y Multinacionales" de Steinberg y Kincheloe;
- "Capítulo II: Son las películas de Disney buenas para sus hijos" de Henry A. Giroux;
- "Análisis de la representación femenina en los Medios. El caso de las princesas Disney" de  Carmen Cantillo Valero. Disponible en: Link

Partiremos de la problemática "el efecto de la producción de cultura infantil popular de las empresas comerciales sobre los niños". Para desarrollar la misma, nos hemos planteado la siguiente pregunta:
¿Cuál es la influencia que tienen los lenguajes de la cultura infantil popular de las empresas comerciales en el desarrollo infantil?
Luego, profundizaremos en uno de los aspectos de esta problemática: la cuestión de género en las películas de Disney. Y por último terminaremos la problemática con un cierre a modo de conclusión.

Desarrollo
Las películas de dibujos animados de Disney se presentan como lugares para experimentar placer, escaparse, soñar, como objetos culturales que están vinculados a una historia y una cultura, a una manera de vivir y a valores, a lo que Giroux no les niega su valor artístico, sino que reconoce que hay algo que las hace atractivas, pero que es necesario tratarlas más allá de lo que él denomina “entretenimiento transparente”. Ya que su éxito comercial no se limita íntegramente a los beneficios, sino que Disney se ha convertido en un ícono de la cultura americana, más específicamente en un imperio cultural.
A través de las formas de la cultura popular (por medio de la publicidad, las exposiciones y el uso del espacio visual público) penetra en todos los aspectos de la vida social y mantiene su alcance corporativo en constante expansión. Giroux pone la compañía en el punto de mira, analizándola como una herramienta de persuasión y de aprendizaje para los más pequeños, de una magnitud considerable. Según el autor, los medios de comunicación de masas están adquiriendo tanta autoridad cultural y legitimidad para enseñar como las escuelas y otros lugares públicos de aprendizaje más tradicionales, pero no están siendo cuestionados como estos. Las barreras o límites entre entretenimiento, educación y comercialización no son tan claras, y en el caso de Disney estos no se pueden entender de forma independiente. En este sentido, Giroux afirma que el público general se muestra reticente a establecer cualquier relación entre la ideología y el mundo del entretenimiento (especialmente en la animación), y que consecuentemente, está más dispuesto a suspender el juicio crítico sobre estas. 

Giroux pone en disputa lo que Disney oculta detrás de su “imagen autoproclamada de inocencia de marca”, haciendo referencia a que produce prototipos, construye narraciones y significados y legítima roles.
El autor afirma que las películas refuerzan una serie de valores como el consumismo, el racismo, el sexismo y el clasismo, entre otros. También muestra su preocupación por la cuestión de género sirviéndose de películas como La bella y la bestia, El Rey León, La sirenita y Aladino. Señala que los personajes femeninos están construidos dentro de los roles de género, refuerzan los estereotipos femeninos que se encuentran representados en las actuaciones de las princesas, que van desde una Blancanieves ingenua, asustada que disfruta limpiando, pasando por Cenicienta que no tiene derechos a lo laboral; Aurora engañada que se mantiene escondida hasta ser entregada de modo sumiso a su príncipe; entre tantas otras, gracias a ello, los efectos que causan en la producción de cultura infantil popular las empresas comerciales, conllevan a  consecuencias tales como los valores insertados socialmente donde las niñas tienen inculcados que dependen de una imagen estética, que el éxito de la vida depende de tener un hombre al lado –príncipe- y que toda mujer tiene que ser dependiente, sin ambiciones personales. Siendo conceptos negativos sobre las mujeres, y que sus representaciones se amoldan a la perfección a los cánones de belleza normativos; las mujeres representadas en estas películas están poco empoderadas o están subordinadas al papel protagonista de los hombres, que son los que realmente detentan el poder y en quienes recae la toma de decisiones. En definitiva, los personajes femeninos son  tan solo vistos como objetos sobre los personajes masculinos,es decir, que acaban siendo una vía para que los “machos” alcancen sus objetivos o se convierten en un accesorio de éstos, pero sin tener la misma igualdad entre ambos. Además el autor advierte que a veces este machismo, vistiéndose de crítica al patriarcado, acaba legitimando a través de un sexismo menos sutil, reformado.

También se puede rastrear una larga historia de racismo asociada al trabajo de Disney en películas como “El libro de la selva”, “La canción del Sur”, “Pocahontas”, “Los tres cerditos” o “Aladino”. A través de formas más evidentes como las representaciones racistas, las descripciones de conflictos históricos (bélicos principalmente), las canciones, etcétera, o de otras menos explícitas como la caracterización de personajes (rasgos faciales, vestimenta o lenguaje racista codificado) se perpetúan los estereotipos raciales y se estigmatizan las diferencias culturales.

Conclusión
A modo de cierre se puede decir que en la sociedad está presente el incremento de los procesos de la globalización, la imposición del pensamiento único, el aumento del poder de los medios de comunicación, la educación audiovisual, el análisis de los productos que son de la cultura infantil  con los que los niños se socializan dentro y fuera de la escuela, por ello han de ser parte del currículum para formar ciudadanos críticos.
Desde nuestro punto de vista los niños ven cada vez más los dibujos y películas de Disney con los cuales están entretenidos pero a la vez están siendo educados en valores, adquiriendo estereotipos y contenidos que no son beneficiosos para los niños ya que algunas películas están destinadas a reforzar valores racistas, sexistas, la educación de los mejores, etcétera, y en muy pocos casos los valores que Disney transmite son positivos.
Sin embargo al ser la cultura infantil una pedagogía del placer no es posible ir en su contra, por ello se deben formular estrategias de resistencia que entiendan la relación entre la pedagogía, la producción del conocimiento, la formación de la identidad y el deseo. En este sentido las películas de Disney podrían usarse como un disparador para trabajar con los niños; donde el docente podría invitarlos a mirar fragmentos de vídeos en los que se observen los comportamientos de los personaje y al mismo tiempo brindar un espacio de diálogo apoyado en preguntas, por ejemplo una de ellas podría ser: “¿Todas las mujeres deben ser así?” las mismas tendrían cierta intencionalidad que permitirían que los niños reflexionen sobre los estereotipos y los valores transmitidos.

Capítulo II: Son las películas de Disney buenas para sus hijos. Giroux


Texto: "Capítulo II- ¿Son las películas de Disney buenas para sus hijos?" Por Henry A. Giroux


Giroux plantea que antes de convertirse en un observador de la cultura infantil, aceptaba los supuestos -casi indiscutidos- de que las películas de dibujos animados influían la imaginación y la fantasía, reproducían un ambiente de inocencia y en general, eran buenas para los niños. Las películas parecían vehículos de distracción y una fuente muy considerada y buscada de diversión y alegría para los niños. Sin embargo, en un corto período de tiempo, se dió cuenta de que esas películas eran pertinentes fuera de los límites del entretenimiento.

El autor considera que la significación de las películas de dibujos animados actúa sobre muchos registros, uno de los más persuasivos es el papel que desempeñan como nuevas "máquinas de enseñar", como productoras de cultura. Giroux argumenta que las mismas parecen inspirar autoridad cultural y legitimidad para enseñar roles, valores y hábitos específicos como los sitios más tradicionales de aprendizaje, como las escuelas públicas, las instituciones religiosas y la familia.


Giroux afirma que los medios de comunicación de masas, especialmente el mundo de las películas de Hollywood, construyen un mundo de sueños y de inocencia infantil donde los niños encuentran cada vez más un lugar pasa situarse en su vida emocional. A diferencia de la realidad a menudo poco emotiva y sin alegría de la escolarización, las películas infantiles proporcionan un espacio visual de alta tecnología donde la aventura y el placer se encuentran en un mundo fantástico de posibilidades y en una esfera comercial de consumismo y conversión en mercado.


El autor pudo percibir la pertinencia educativa de las películas de dibujos animados a medida que veía que sus hijos experimentaban la vasta máquina de entretenimiento y enseñanza encarnada por Disney. Mientras veía varias de sus películas, fue más consciente de lo necesario que era trascender el tratamiento de las mismas como entretenimiento transparente para cuestionar los mensajes que hay tras ellas.
Pero al mismo tiempo, se dió cuenta de que todo intento de examinar críticamente estas películas iba a contrapelo de la opinión popular norteamericana. Por supuesto, hay algo más que el propósito de un departamento de relaciones públicas de proteger la pretensión de Disney de bondad legendaria y veneración sin concesiones. Existe también la realidad de un gran poder económico y político que protege sin fisuras su posición corno abastecedor de inocencia y virtud moral norteamericana. Rápida en movilizar su monolítico bloque de instituciones leales, portavoces de relaciones públicas y críticos culturales profesionales para salvaguardar los límites de su "reino mágico'', Disney ha entablado agresivas acciones judiciales por violaciones de sus derechos de propiedad intelectual, ha definido  quién tiene acceso a sus archivos y ha intentado incluir en los usos del material investigado en ellos. En su celo para proteger su imagen y aumentar sus beneficios, ha llegado a emprender acciones legales contra un pequeño centro de atención de día que utilizaba en su publicidad personajes de dibujos animados de la compañía.
Del mismo modo, Disney tiene una reputación de ejercer presión sobre los autores que critican su ideología y su empresa. Pero el poder de su categoría mitológica procede de otras fuentes también. La imagen de Disney como icono de la cultura norteamericana se refuerza firmemente por medio de la penetración de su Imperio en todos los aspectos de la vida social. Los niños experimentan su influencia cultural a través de un laberinto de presentaciones y productos que se encuentran en los vídeos caseros, los centros comerciales, las películas educativas escolares, las taquillas, los programas de televisión popular y los restaurantes familiares. Por medio de la virtualidad,  las exposiciones y el uso del espacio visual público, Disney se introduce en una red de mercancías que se presta a la construcción del mundo de hechizo como una  totalidad  cerrada. 
Disney se esfuerza mucho para promover su Imagen cívica. Definiéndose como vehículo para la educación y la responsabilidad cívica, patrocina los "Premios Profesor del Año", proporciona becas a los estudiantes y, más recientemente, ofrece ayuda económica y períodos de prácticas y programas educativos para los jóvenes urbanos en situaciones de desventaja a social por medios de su programa de patinaje sobre hielo llamado Metas. También planea construir en los próximos años una escuela prototipo que, según proclama uno de sus folletos "servirá como modelo para la educación en el siglo XXI".

Para Giroux, lo interesante aquí es que Disney no proporciona simplemente un soporte a las fantasías por medio de las cuales se produce, experimenta y afirma la inocencia de la infancia y la aventura. En la actualidad, produce prototipos para escuelas, nuevas identidades y comunidades modelo y la manera en que debe comprenderse el futuro por medio de una construcción particular del pasado.
El público general tiende a rechazar cualquier relación entre la ideología y el prolífico mundo de entretenimiento de Disney. Y sin embargo, su apariencia de inocencia les parece a algunos críticos como poco más que una máscara promocional que disimula sus técnicas comerciales agresivas y su influencia al educar a los niños en las virtudes de convertirse en consumidores activos. 

Dada la influencia que la ideología de Disney tiene sobre los niños, es imprescindible que los padres, los profesores y otros adultos comprendan cómo estas películas atraen la atención y dan forma a los valores de los niños que las ven y las compran. 

El autor indica que es importante tratar las películas de dibujos animados de Disney, sin condenar a Disney, como una compañía de ideología reaccionaria que promueve con engaños una visión del mundo conservadora sin pretextos del entretenimiento, ni celebrarla simplemente como la versión de Hollywood de Mr. Rogers Neighborhood que no hace más que proporcionar fuentes de alegría y felicidad para los niños en todo el mundo. En parte, hace ambas cosas. Pero, al moldear las identidades individuales y controlar los campos de significado social por medio de los cuales los niños se mueven en el mundo, desempeña un papel demasiado complejo para reducirlo a cualquiera de las dos posiciones. Disney se inscribe de manera dominante en la vida de los niños e influye poderosamente  en la forma de imaginar el paisaje cultural de Norteamérica. La dominante autoridad cultural de Disney es demasiado poderosa y trascendental para ser simplemente objeto de reverencia. Lo que Disney se merece es critica respetuosa, y una medida de este respeto es incluir el enfoque de la infancia y la sociedad reflejado en un diálogo crítico sobre los significados que produce, los roles que legitima y las narraciones que utiliza para definir la vida norteamericana. 

A lo que refiere la pregunta de que si las películas de dibujos animados de Disney son buenas para los niños, el autor considera que ésta no tiene respuestas sencillas, pero al mismo tiempo requiere examinar las películas fuera del registro tradicional de la diversión y el entretenimiento. 

Las producciones más recientes, que incluyen La Sirenita, Aladino, La bella y la bestia y El rey león, proporcionan amplias oportunidades para analizar cómo construye una cultura de la alegría y la inocencia para los niños en la intersección del entretenimiento, la defensa, el placer y el consumismo. Todas estas películas han sido estrenos de perfil alto que alimentan a públicos masivos. Además, su éxito comercial no se limita a los beneficios de la taquilla. Uniendo con éxito los rituales del consumo y le asistencia al cine, las películas de dibujos animados de Disney proporcionan un "mercado de la cultura", una plataforma de lanzamiento para un número inacabable de productos y mercancías que incluyen cintas de vídeo, bandas sonoras, ropa infantil, armarios, muñecos de peluche y nuevas entradas en los parques temáticos. 

El análisis crítico de cómo las películas de Disney surten efecto construyendo significados, induciendo placeres y reproduciendo las fantasías cargadas ideológicamente, no pretende ser un ejercicio de descrédito. Al contrario, la influencia social y cultural de Disney, en cuanto compañía de 4.700 millones de dólares de facturación, es tan enorme y trascendental que no debería quedar libre de control y mediación. 

Las películas de Disney funcionan como lugares de entretenimiento porque ponen en contacto con la alegría y la aventura a niños y adultos por igual. Se presentan como lugares para experimentar placer, incluso cuando tenemos que comprarlo. La fascinación de Hollywood, la animación llena de color y los números musicales que salpican el espectáculo combinados con regocijo a la antigua usanza crean una zona de comodidad estética y emocional tanto para los niños como para los adultos. 

La fantasía abunda cuando las películas de dibujos animados de Disney producen una multitud de villanos, héroes y heroínas exóticos y estereotipados. Mientras que Úrsula, el rebosante gran calamar negro y púrpura en La sirenita derrama maldad e ironía, la sirenita-heroína Ariel tiene la apariencia entre una adolescente rebelde típica y una modelo del sur de California. El monstruo lobuno en La bella y la bestia evoca una rara combinación de "error y amabilidad", mientras que Scar, el felino afable e intrigante, añade un toque contemporáneo al significado de la maldad y la traición.


Giroux plantea que uno de los mensajes más polémicos que aparecen y desaparecen de las películas de dibujos animados de Disney se refiere a la representación de las muchachas y las mujeres. Tanto en La sirenita como en El rey león los personajes femeninos están construidos dentro de roles de género definidos estrechamente. Todas las mujeres en estas películas están subordinadas en el fondo a los hombres y definen su sentido de poder y su deseo casi exclusivamente desde el punto de vista de la narración del macho dominante.

Con respecto a dicha cuestión del género, la visión de Disney de la relación entre la acción femenina y la obtención de poder no es sólo nostálgica, linda con lo abiertamente reaccionario.

Los estereotipos raciales son otra cuestión importante que emerge en muchas películas de dibujos animados de Disney. El ejemplo más polémico de estereotipos raciales al que hizo frente la maquinaria publicitaria de Disney se produjo con el estreno de Aladino. Estas representaciones racistas se reproducen además en una multitud de personajes de apoyo que son retratados como grotescos, violentos y crueles. Otro racismo que también es un principio estructurador poderoso pero sutil en le película de dibujos animados más reciente de Disney es el personaje Pocahontas. En la interpretación de Disney de la historia colonial, Pocahontas se convierte en una súper-modelo morena similar a una Barbie con una silueta de reloj de arena cuya relación con el hombretón ario John Smith transforma un acto histórico de barbarie colonial en un romance sentimental. En esa alegoría romántica, la narración de la voracidad y la explotación del colonialismo se reescribe como una aventura amorosa rnulticultural en la que las cuestiones del conflicto humano, el sufrimiento y la explotación se eliminan convenientemente. Disney convierte a Smith en un varón blanco de elevados ideales que acaba siendo el señor Correcto para una versión de piel morena. Aunque la interpretación de Disney de Pocahontas como una mujer decidida puede parecer demasiado políticamente correcta para los conservadores, la película es, en realidad, una descripción profundamente racista y sexista de los nativos norteamericanos.

El autor sostiene que es conveniente fijarse en que el racismo en las películas de dibujos animados de Disney no aparece simplemente en imágenes negativas o por medio de interpretaciones históricas erróneas: la ideología racista se manifiesta también en la codificación racial del lenguaje y el acento en la pronunciación.
Para el autor, lo asombroso es que estas películas producen infinitas representaciones y códigos en los que se enseña a los niños que las diferencias culturales que no llevan la marca de la procedencia étnica de clase media blanca son desviadas, inferiores, ignorantes y una amenaza que se debe superar. Para el autor, no hay nada inocente en lo que los niños aprenden sobre la raza tal como se representa “el mundo mágico” de Disney. La carta de la raza ha sido siempre central en la visión de Disney de la identidad cultural y nacional, y sin embargo, la cuestión racial solo parece justificar un debate público cuando se manifiesta pretendidamente en un discurso de los derechos civiles.

Por otro lado, Giroux se pregunta si estos problemas planteados significan que las películas infantiles de Disney se deberían ignorar o censurar. El autor cree que deben aprenderse varias lecciones del reconocimiento de estos mensajes. En primer lugar, considera crucial que el terreno de la cultura popular que Disney utiliza cada vez más para enseñar valores y vender mercancías se considera seriamente como un sitio de aprendizaje, especialmente para los niños. Esto significa, que se debe incorporar en las escuelas como objeto serio de conocimiento social y análisis crítico.
En segundo lugar, los padres, los grupos comunitarios y los educadores deben estar atentos a los mensajes implícitos en estas películas para criticarlas y recuperarlas cuando sean necesarias con un fin más productivo. Es decir, es preciso reescribir las imágenes que nos plantean como parte del guión de adquisición de poder, en lugar de rechazarlas simplemente porque sirven para debilitar la acción humana y las posibilidades democráticas. 

En tercer lugar, la penetración global de la compañía en las esferas de la economía, el consumo y la cultura aconseja analizar a Disney dentro de una variedad de relaciones de poder. Esto aconseja emprender nuevos análisis que unan antes que separen las diversas formaciones sociales y culturales en las que Disney se compromete de manera activa. Una posición dialéctica como esta, no sólo proporciona una comprensión mayor y más precisa teóricamente de su poder, sino que quiebra la lógica de que Disney se ocupa ante todo de la pedagogía del entretenimiento. La investigación sobre Disney debe ser histórica, relacional y multifacética. 

En cuarto lugar, si las películas de Disney deben verse como algo más que narraciones de fantasía y evasión, como sitios de regeneración e imaginación que afirman más que niegan la prolongada relación entre entretenimiento y pedagogía, los trabajadores culturales y los educadores tienen que introducir de nuevo lo político y lo pedagógico en el discurso del entretenimiento. Esto aconseja tratar las posibilidades utópicas en las que los niños encuentran a menudo representaciones de sus esperanzas y sueños. En otro, los trabajadores culturales necesitan combinar una política la representación con un discurso de economía política para comprender cómo las películas de Disney actúan dentro de una red amplia de producción y distribución como máquinas de enseñar dentro y a través de las culturas públicas y formaciones sociales diferentes. En este tipo de discursos, los mensajes, las formas de inversión emocional y las ideologías producidas por Disney se pueden rastrear por los diversos circuitos de poder que legitiman y a la vez insertan “la cultura del reino mágico” en esferas públicas múltiples y solapadas.

Además, Giroux considera que este tipo de películas deben analizarse no sólo por lo que dicen sino también por cómo públicos adultos y grupos de niños dentro de contextos nacionales e internacionales diversos las utilizan y las aceptan. Es decir, los trabajadores culturales tienen que estudiar estas películas intertextualmente y desde una perspectiva transnacional. Disney no representa un bloque cultural monolítico, que ignore los diferentes contextos; al contrario, su poder descansa, en parte, en su capacidad de tratar distintos contextos y ser interpretado de manera diferente por formaciones y públicos transnacionales.
En quinto  lugar, el autor sostiene que pedagógicamente es imprescindible que padres, educadores y trabajadores culturales estén atentos a las diferentes maneras en que grupos diversos de niños utilizan y comprenden esas películas y medios visuales. Esto no sólo proporciona la oportunidad de que los padres y otras personas hablen a los niños la cultura popular, también crea la base para una comprensión melar de cómo las jóvenes se identifican con estas películas. Esto aconseja que desarrollemos nuevas formas de alfabetización, nuevas maneras de comprender e interpretar de un modo critico los medios visuales producidos electrónicamente. Enseñar y aprender la cultura del libro no es ya el elemento principal de lo que significa estar alfabetizado. Los niños aprenden a partir de la exposición a formas culturales populares, y éstas proporcionan un nuevo registro cultural del significado de la alfabetización. Esto implica que los educadores y los trabajadores culturales tienen que hacer algo más que reconocer la necesidad de tomar en serio la producción de formas de arte popular en las escuelas: significa también que no puede haber pedagogía cultural sin prácticas culturales que exploren las posibilidades de formas populares diferentes y que pongan de relieve a la vez las aptitudes de los estudiantes, La cuestión aquí es que los estudiantes no deberían simplemente analizar las representaciones de la cultura popular mediada electrónicamente, deben también poder dominar las destrezas y la tecnología para producirlas. Esto supone hacer películas, videos, música y otras formas de producción cultural; también aconseja dar a los estudiantes más poder sobre las condiciones para la producción de conocimiento. Pero una pedagogía cultural implica también la lucha por más recursos para las escuelas y otros lugares de aprendizaje,
Por último, Giroux considera ya que el poder y la influencia de Disney se encuentran extendidos en la sociedad norteamericana, los padres, educadores y otras personas tienen que encontrar medios para conseguir que Disney rinda cuentas de lo que produce y hacerle responsable de la llamada "disneylización" de la cultura norteamericana, Aunque es indiscutible que la compañía proporciona tanto a los niños corno a los adultos el placer de divertirse, su responsabilidad pública no acaba aquí. En lugar de concebirlo como una esfera pública comercial que distribuye placer inocentemente a los jóvenes, el imperio Disney debe verse como una empresa pedagógica y un artífice de políticas comprometido activamente en la formación del paisaje cultural de la identidad nacional y la "despolarización" de la mente de los niños. Esto no quiere insinuar que existe algo siniestro detrás de lo que Disney realiza como señalar la necesidad de tratar el papel de la fantasía, el deseo y la inocencia en el aseguramiento de intereses ideológicos particulares, la legitimación de relaciones sociales especificas y la realización de una afirmación clara sobre el significado de la memoria pública. 
Es preciso hacer responsable a Disney no sólo en la taquilla, sino también desde el punto de vista político y ético. Y para que esta rendición de cuentas se inculque en el "reino mágico", los padres, los trabajadores culturales y otros tendrán que cuestionar y desbaratar las imágenes, las representaciones y los valores ofrecidos por la máquina de enseñar de Disney. Esto significa interpretar críticamente las películas de dibujos animados de Disney.

Capítulo I: Cultura infantil y Multinacionales. Steinberg y Kincheloe.


Texto: "Capítulo I. Cultura infantil y Multinacionales" Por Steinberg y Kincheloe.

Steinberg y Kincheloe plantean que en la actualidad han surgido nuevos sitios de aprendizaje: las empresas comerciales como educadores. Esto lleva a una “crisis de la infancia”, la cual requiere examinar sus causas.
Aunque la peligrosa situación a la que los niños deben enfrentarse en la actualidad la han compuesto distintos factores, los autores analizan uno en particular: la producción de cultura infantil popular de las empresas comerciales y el efecto de esta cultura sobre los niños. Un intento de solución a esta problemática se encuentra en la categoría de pedagogía cultural, la cual remite a la idea de que la educación tiene lugar en diversos sitios sociales que incluyen la escolarización pero no se limitan a ella. Los lugares pedagógicos son aquellos donde el poder se organiza y despliega, como por ejemplo las bibliotecas, la televisión, las películas, los periódicos, las revistas, los juguetes, los anuncios, los juegos de vídeo, los libros, los deportes, etcétera. 
Los autores consideran que el trabajo de los especialistas en educación requiere examinar tanto la pedagogía en la escuela como la pedagogía cultural (Giroux, 1994).
Basarse en las ideas de los estudios culturales, permite estar mejor preparados para examinar los efectos de la pedagogía cultural con su formación de la identidad y su producción y legitimación de conocimiento, es decir, el currículum cultural. 
Las organizaciones que crean este currículum cultural no son organismos educativos, sino entidades comerciales que no se basan en el bien social, sino por la ganancia individual. 
La pedagogía cultural está estructurada por la dinámica comercial, fuerzas que se imponen en todos los aspectos de nuestra vida privada y la de nuestros hijos (Giroux, 1994). Los patrones de consumo desarrollados por la publicidad de las corporaciones habilitan a las instituciones comerciales como los profesores del nuevo milenio. La pedagogía cultural de las corporaciones ha producido formas educativas que tienen un éxito enorme, cuando se juzga sobre la base de su propósito capitalista. Las empresas comerciales norteamericanas han revolucionado la infancia sustituyendo las clases tradicionales en el aula y el trabajo en el pupitre por muñecas con historia, reinos mágicos, fantasías animadas, vídeos interactivos, realidades virtuales, héroes televisivos de kick-boxing, libros de terror, etcétera. Las empresas comerciales han creado una perspectiva de la cultura de finales de siglo XX que se mezcla con las ideologías empresariales y los valores del libre mercado. La visiones del mundo producidas por los publicitarios de las corporaciones informan siempre a los niños, hasta cierto punto, de que las cosas más excitantes que la vida puede proporcionar las producen sus "amigos" de las empresas comerciales norteamericanas. 
Steinberg y Kincheloe hacen hincapié en que la responsabilidad como padres, cívica y profesional, es estudiar el currículum de las empresas comerciales y sus repercusiones sociales y políticas. Sostienen que en cuanto padres, ciudadanos y profesores deben considerar responsables a las empresas comerciales de los rasgos pedagógicos de sus actividades, de la cultura infantil que producen. 
Los autores citan a Jeanne BRAM, el cual indica que se debe mediar en la relación entre cultura popular y pedagogía, que da forma a nuestra identidad. 
En interés no sólo de los niños sino de la sociedad más amplia, se debe ejercer el poder personal y colectivo para transformar los diversos aspectos en que el poder de las empresas comerciales (obtenido por el acceso a los medios) oprime y domina. 
Se debe cultivar un conocimiento de los aspectos en que la pedagogía cultural trabaja, de manera que se pueda reprender cuando sea apropiado y reescribir los textos populares cuando se presente la oportunidad.
Los autores sostienen que la cultura infantil es ante todo una pedagogía del placer y, como tal, no es posible ir en su contra simplemente autoexcluyéndose y excluyendo a los niños de ella. Por ello, se deben formular estrategias de resistencia que entiendan la relación entre la pedagogía, la producción del conocimiento, la formación de la identidad y el deseo. Para ello, los autores intentan establecer una conversación pública sobre esta relación.

De este modo, Steinberg y Kincheloe proponen situar la cultura popular en los estudios culturales, haciendo énfasis en los problemas sobre la cultura infantil y su relación con la pedagogía cultural. Afirman que han sido pocos los interesados en los estudios culturales que han escogido a los niños como objeto de su especialización. De este modo, "Cultura infantil y Multinacionales" intenta cubrir esta ausencia y promover nuevas publicaciones en el área. 


El estudio de la relación entre la cultura infantil y el acceso a las percepciones de la infancia (por ejemplo, los cuentos de hadas) ha proporcionado a los especialistas algunas ideas en dominios de difícil acceso de la consciencia del niño. Además, como indicarían algunos, cuanto más perturbador y violento es el cuento de hadas, mayor es la comprensión de los sentimientos "primitivos" que surgen y nos forman en la temprana infancia y sucesivamente en la edad adulta. 
El estudio de la cultura popular infantil no sólo da ideas sobre la consciencia de la infancia, también proporciona nuevas ilustraciones de la cultura en general.
En este contexto, la cultura infantil revela en un nivel muy básico lo que nos perturba en nuestra vida cotidiana, los elementos irritantes que se encuentran en el nivel de nuestra subconsciencia individual y colectiva. De este modo, el objetivo de los autores es favorecer medios para comprender la cultura infantil que lleven a pedagogías democráticas para la infancia en los niveles cultural, familiar y escolar. Los estudios culturales vinculados con una pedagogía democrática para los niños comprenden investigaciones de cómo éstos se hacen conscientes de los problemas de justicia social y las relaciones igualitarias de poder. Así, el análisis de los autores se centra en poner al descubierto las huellas del poder que dejan los productores de cultura infantil de las empresas comerciales y sus efectos en la psique de los niños.
Apreciando la ambigüedad y la complejidad del poder, la pedagogía democrática infantil se ha comprometido en cuestionar el entretenimiento manipulador, racista, sexista y con sesgos de clase para los niños. Se opone igualmente a otras manifestaciones de la cultura infantil que favorecen la violencia y las patologías sociales y psicológicas. Los autores afirman que el entretenimiento de los niños es un espacio público controvertido donde intereses sociales, económicos y políticos diferentes compiten por el control. Por desgracia. a los norteamericanos les parecen desagradables los debates abiertos sobre el poder.

En este contexto. Steinberg y Kincheloe comienzan su estudio de la producción de cultura infantil de las empresas comerciales analizando las formas en que el poder no sólo reprime la producción de artefactos democráticos, sino también produce placer para los niños. Si el poder se expresara siempre "simplemente diciendo no" a los deseos de los niños, obtendría poca autoridad a sus ojos. El poder de Disney, Mattel, Hasbro, Warner Brothers y McDonald's nunca es mayor que cuando produce placer entre los consumidores. Recientes estudios culturales del consumo lo vinculan a la formación de la identidad del consumidor (Mime, 1994). Lo que significa que, como afirman los autores, "hasta cierto punto somos lo que consumimos"

Pero la colonización del deseo no es el final de la historia. El poder envuelve la consciencia y la inconsciencia de un modo que evoca sin duda deseo pero también culpa y ansiedad. 
El bloque del poder ha conseguido convertir la cultura infantil en mercancía, tanto los adultos como los niños pueden acertar a desviar sus elementos represivos. El papel del profesional crítico de la infancia implica ayudar a los niños a desarrollar lo que John FISKE (1993) llama momentos afectivos de evasión del poder. Utilizando sus capacidades para "releer" las películas de Disney en disconformidad con los roles de género, los niños dan sus primeros pasos hacia la autoafirmación y la resistencia al poder. Los autores sostienen que estos momentos afectivos de evasión del poder no constituyen la expresión última de la resistencia, pero proporcionan un espacio en torno al cual se pueden desarrollar formas más significativas de conciencia crítica y acción cívica. 


Steinberg y Kincheloe sostienen que la existencia de la hiperrealidad obliga a repesar la conversación sobre la alfabetización. Los niños que han sido educados por la cultura popular, argumenta Henry Giroux en el Capítulo II, enfocan la alfabetización desde un ángulo muy diferente. La alfabetización en los medios se convierte no en una adición selecta a un currículum tradicional, sino en una destreza básica necesaria para negociar la propia identidad, los valores y el bienestar en la hiperrealidad empapada de poder. En muchas escuelas estas ideas no se han considerado nunca.

La alfabetización en los medios como el poder, no se considera en los círculos de la corriente principal como un asunto para niños (o incluso adultos). Como Peter MCLAREN y Janet MORRIS sostienen en el Capítulo VI, los mismos educadores que rechazan el estudio de la alfabetización en los medios o la cultura infantil son los que tienen que afrontar sus efectos. 

Una comprensión crítica de la cultura de los medios requiere que los estudiantes no simplemente desarrollen la capacidad para interpretar los significados de los medios, sino que comprendan de qué manera ellos mismos consumen e invierten efectivamente en los medios. -Esto estimula tanto el pensamiento crítico como el autoanálisis, pues los estudiantes comienzan a darse cuenta de que las decisiones cotidianas no se toman necesariamente de manera libre y racional. Por el contrario, están codificadas y registradas por compromisos emocionales y corporales.


Los autores argumentan que la televisión comercial en Norteamérica se ha estructurado siempre por las demandas contrapuestas del comercio y la democracia. Cuando esta gestión de los medios se combina con la tendencia de la televisión a fragmentar y descontextualizar las cuestiones que decide encubrir, los acontecimientos a menudo quedan despojados de su significado. Esto perjudica cognitivamente a los niños, que dependen mucho de la televisión para su entretenimiento y, así, para su visión del mundo (KELLNER, 1990). 

Steinberg y Kincheloe advierten que no se confunda el lector, ya que el curriculum de la televisión infantil en las últimas décadas del siglo XX no es un cuidado producto de la fidelidad de los magnates de los medios a los principios de la democracia. La cultura infantil de los medios la dictan los intereses comerciales; los márgenes de beneficios son demasiado importantes para preocuparse por el bienestar de los niños. 

Los profesores más importantes de la sociedad no ejercen su oficio en las escuelas, lo mismo que la política sobre niños "oficial" de la nación no la diseñan funcionarios electos en Washington, D.C. Los pedagogos y los artífices de política más influyentes son los productores de cultura infantil de las empresas comerciales norteamericanas. 

Los autores sostienen que como fenómeno social e ideológico, la consciencia se construye no sólo por su contacto con la cultura, si no por una interacción con un enfoque de la cultura, un enfoque "editado" por refracción ideológica.

Lo que los autores destacan es que la cultura infantil sirve como un mecanismo de refracción ideológica, una fuerza social que produce significados particulares que inducen a los niños (y a los adultos) a interpretar los acontecimientos dentro de un rango específico de posibilidades. 

No es sorprendente que la cultura infantil producida por las empresas comerciales escoja el telón más espeso posible de ocultación ideológica. De esta manera, coloniza la conciencia norteamericana de modo tal que reprime el conflicto y las diferencias. Así, el profesional critico de la infancia entiende la ideología, su refracción y su efecto sobre la construcción de la consciencia como la base conceptual para su intento de poner al descubierto la cultura infantil como una esfera políticamente primigenia, conquistada sin oposición, de la actividad social.

Igual que la enseñanza del aula y el currículum escolar, nunca son simplemente mensajeros/transmisores neutrales desinteresados de datos, la cultura infantil de las empresas comerciales oculta un programa.

Steinberg y Kincheloe sostienen que tradicionalmente, los profesionales de la infancia no han estudiado el poder. Pero dado el poder de la cultura infantil, tienen ahora que hacerlo. En cuanto estudiantes de la dinámica de poder de la cultura infantil , los padres y los profesionales comienzan a comprender las acciones de los niños desde una perspectiva nueva. Los productores de cultura infantil de las empresas comerciales, dada su capacidad para introducirse en la vida privada de los niños, los desestabilizan constantemente. Al mismo tiempo, sin embargo, nuevos productos (juguetes, películas, televisión, juegos de vídeo moda, textos) intentan volver a estabilizar identidades nuevas por medio del acto de consumo.  

De este modo, los autores sostienen que la tarea de los estudiosos de la cultura infantil es poner al descubierto estas fuerzas invisibles pero influyentes, las microprácticas que moldean la vida de los niños. Ello se complica por el hecho de que las prácticas que son más visibles e incuestionables en las observaciones de sentido común de los niños en juego son aquellas en las que el poder se ha condensado más. La capacidad para apreciar estas realidades proporciona la sabiduría para distinguir entre textos infantiles justos e injustos, actividades de las empresas comerciales manipuladoras y liberadoras. Dotados de poder así, se puede comenzar comprender las formas complejas y a menudo ambiguas en que las acciones de las empresas comerciales modifican la conducta infantil, las formas en que la publicidad y su promoción del hedonismo de la infancia producen una ética del placer y una redefinición de la autoridad. 

Por otro lado, los autores nombran a los anuncios de legitimación de los productos de las empresas comerciales, los cuales son diseñados para lograr el consentimiento. Se centran en experiencias comunes valoradas en nuestra vida: la familia, la infancia y escenas con padres en particular. 

A medida que los padres y los defensores del niño se vuelven más atentos a los lugares pedagógicos donde se da forma a la consciencia del niño, comienzan necesariamente a ocuparse de la influencia de organizaciones empresariales gigantes como Time-Wamer, Disney-ABC, Rupert Murdoch's News Corporation y otros conglomerados que controlan la información y el entretenimiento. Tan poderosas son estas sociedades y cientos de otras más pequeñas que pueden reescribir la historia norteamericana para que se acomode a sus necesidades ideológicas particulares. El poder para reescribir la historia no es trivial, puesto que todas las posiciones políticas adoptadas en el presente son reflejo de maneras particulares de ver el pasado. Por ejemplo, los niños que estudian el currículum "Fronherland" de Disney, con su sencilla descripción de europeos valientes y puros que luchan contra los indios salvajes buscando realizar el plan de Destino Manifiesto de Dios, tienen más posibilidades de no ser sensibles a los problemas de justicia, debido a su aceptación de la conquista europea apoyada por la divinidad de "Frontierland". Los niños que "se nutren" en la Fundación Disney de Conocimiento Eurocéntrico han tomado parte en un currículum político con serias implicaciones para la formación de su conciencia ideológica.

Los autores sostienen que las ondas de televisión son un "servicio público" al que la ley obliga a servir al interés público; la televisión es una institución diseñada para ser independiente de los planes de los Estados y los intereses comerciales, y criticarlos. Con las sociedades firmemente al mando de la televisión y de otras formas de producción de información y entretenimiento, estas instituciones han conseguido un poder sin precedentes para representar el mundo tanto a los niños como a los adultos. Las empresas comerciales nacionales e internacionales ocupan en la actualidad los paisajes mentales, el dominio de la consciencia (KELLNER1990: FISKE1993).

Steinberg y Kincheloe sostienen que la infancia ha cambiado como resultado de su contacto con la cultura infantil y otras manifestaciones más adultas de la cultura de los medios.
Puesto que los padres no controlan ya las experiencias culturales de sus hijos, han perdido el papel que desempeñaron antaño en el desarrollo de sus valores y de su visión del mundo.
Los programas de televisión, las películas (ahora en la televisión de pago o por cable), los juegos de video y la música (con auriculares que permiten el aislamiento de los adultos) son en la actualidad dominio privado de los niños. Para los autores, el tema clave radica en que las nociones tradicionales de la infancia como un tiempo de inocencia y dependencia del adulto se han debilitado por el acceso de los niños a la cultura popular durante el final del siglo XX. 

Los autores afirman que la nueva realidad presenta a los padres y profesores un complejo problema que se podría llamar "el dilema de la infancia postmoderna". El acceso de los niños contemporáneos a la cultura infantil comercial y la cultura popular no sólo les motiva a convertirse en consumidores hedonistas, sino que también daña la inocencia.

No cabe duda de que la autoridad adulta sobre los niños se ha perdido, pero no debido a las madres feministas o a la blandura de los liberales. El acceso infantil al mundo adulto por los medios electrónicos de hiperrealidad ha pervertido la consciencia de sí mismos de los niños contemporáneos como entidades incompetentes y dependientes. 

Los autores sostienen que los niños no se ven a si mismos de la misma manera que los ven los adultos en estas instituciones. Los niños postmodernos no están acostumbrados a pensar y obrar como seres pequeños que necesitan el permiso adulto para actuar. 
No se les puede poner barreras a la información adulta: los niños en la actualidad ven el mundo como es (o al menos como lo presentan los productores de información de las empresas comerciales).
Este cambio en el acceso de los niños al conocimiento adulto sobre el mundo y los cambios en la naturaleza de la infancia que ello produce han debilitado las bases conceptuales/curriculares/administrativas sobre las que ha estado organizada la escolarización. Los autores no creen exagerado sostener que, a la luz de estos cambios culturales, se debería volver a concebir de arriba abajo las escuelas.

Steinberg y Kincheloe sostienen que se debe desarrollar la educación, las destrezas de ser padres y las instituciones sociales que tratarán esta revolución cultural, de una manera que enseñe a los niños a dar sentido al caos de información en la hiperrealidad. En este contexto, la escuela no se convierte en una institución de transmisión de información, sino en un lugar donde se elabora el significado, donde se engendra la comprensión y la interpretación.

Por otro lado, los autores sostienen que en películas creadas por las empresas comerciales se expresa algo que implica temor a los niños con conocimientos. Surge así un tema importante en la historia reciente de la infancia: los padres adquieren miedo al monstruo latente en todos los niños, un temor a aquello en lo que sus hijos pueden convertirse.
Libros infantiles de publicación reciente intentan asustar a los niños precoces que se vuelven "demasiado grandes para sus pantalones" no sólo para que obedezcan, sino para que establezcan una nueva forma de dependencia. 

Desde una perspectiva más cualitativa, la cultura infantil violenta privilegia la violencia como el método más efectivo de solución de problemas en la vida diaria de los niños. Las presiones de la competencia empujan a los patrocinadores de televisión infantil y los productores de la cultura cinematográfica infantil a elaborar productos más violentos que den mayores beneficios.
Es común hoy en día ver a los niños pegados a la televisión, mientras los disparos hacen reventar torsos y saltar sesos, es una experiencia sombría pero demasiado común en la hiperrealidad. 
Por otro lado, mientras la industria de los juegos de video establece las reglas para el desarrollo de la televisión interactiva, nuevas formas de violencia estética expresada en contextos racistas y sexistas reforzarán manifestaciones ya establecidas. 
De este modo se establece una predisposición mental de agresividad, pues la violencia se convierte en una anfetamina "natural", un derecho sancionado a una "subida con la muerte" y a matar el aburrimiento de la infancia postmoderna. La violencia virtual es una violencia abstracta que elimina la brutalidad de sus consecuencias en la vida real. Algunos niños imitan las acciones de los personajes interactivos, aunque comprendan bien el carácter fantástico de los juegos y los vídeos; no hay nada simplista, lineal o vinculado por relaciones causa-efecto en el modo en que los niños reproducen la violencia de los medios en su vida. Las impresiones violentas de los juegos de video, la lucha, el cine o la televisión pueden desencadenar y hacer emerger patologías escondidas en el inconsciente de un sujeto particular; otros niños, al mismo tiempo y con las mismas experiencias de cultura infantil, pueden ser relativamente insensibles a ellas. 

Cultura Infantil con género 
Dado todo el análisis y la reconceptualización de los géneros que ha tenido lugar durante las últimas décadas, es asombroso que la cultura infantil pueda conservar una diferenciación de género tan grande como la que tiene. Sin embargo, mientras que el análisis de género de la cultura popular avanza y proporciona ideas importantes sobre la construcción de género de los medios, la cultura infantil continúa promoviendo roles de género perfilados. 
En las películas animadas de Disney, como Henry GIROUX señala en el Capitulo II, las niñas y las mujeres se describen dentro de roles de género opresivos. Por ejemplo, en La sirenita y El rey león, los personajes femeninos están subordinados a los masculinos: la sirenita Ariel parece emprender un viaje de liberación contra la dominación del padre. pero al final entrega su voz en un trato para cambiar su cola por piernas, de manera que pueda seguir a su apuesto príncipe; en El rey león todos los jefes son varones, receptores del derecho patriarcal. Después de la muerte del rey Mufasa, el taimado Scar se convierte en el nuevo monarca. Las leonas no tienen poder alguno, y tratan a Scar con la misma deferencia que trataban a Mufasa. Las leonas no tienen poder de acción, no tienen sentido moral, son simplemente telones de fondo para la acción que los varones inician y en la que ellas toman parte. En Aladin y La bella y la bestia se presentan dinámicas de género similares. 
En estas películas y en otras manifestaciones de la cultura infantil está en juego lo que Linda CHRISTIAN-SMITH y Jean EROMAN han llamado "Masculinidad hegemónica".
Obviamente esta forma patriarcal tiene serias implicaciones para las mujeres, pero distorsiona el desarrollo masculino también. Diversas formas del currículum de la cultura infantil estimulan a los chicos a asumir roles patriarcales que supuestamente les dan potestad por derecho de nacimiento para definir la realidad y disfrutar las recompensas del privilegio por medio de la dominación de sus subordinados. 
En efecto, en la masculinidad hegemónica las únicas técnicas aprobadas para tratar las propias emociones implican la evasión, las bravuconadas, la jactancia, las intimidaciones, la mentira y diversas formas de agresión. 

Steinberg y Kincheloe apuntan a una pedagogía crítica de la infancia, la cual es consciente del deseo del niño y no está amedrentada por él, relacionándolo a menudo con los esfuerzos de los niños para comprender el mundo y a si mismos. Como Paulo FREIRE mantenía hace años, una educación critica de la infancia está interesada en el conocimiento y las intuiciones que los niños traen a la escuela. En la hiperrealidad, este principio pedagógico significa que los educadores están obligados a estudiar la cultura infantil, su efecto sobre sus consumidores, y su relación con el deseo. 
Si estamos interesados en conocer a los niños, una pedagogía de este tipo nos proporciona una linea directa a su consciencia así como a su percepción de si mismos y del mundo.